domingo, 31 de marzo de 2013

¿Qué tiene que ver conmigo y con mi salud el equilibrio Ph?

¿Qué tiene que ver conmigo y con mi salud el equilibrio pH? ¿Sabías que la falta de energía, la pérdida del ánimo o del gozo de vivir, forman parte de evidencias que hablan de que tu pH está desequilibrado? Muchas veces mantienes un dolor de cabeza, tu cara está muy pálida y tus ojos lacrimosos; en otras ocasiones tus dientes están sumamente sensibles y tus encías inflamadas; tu estómago constantemente está llamándote la atención, ya sea por la acidez o por dolor, quizá tengas desarreglos intestinales liberadores de ácidos, con tenencia diarreica o tu orina es ácida; o te ha ocurrido que tus uñas se tornan delgadas o tus cabellos pierden su brillo, te han dolido o crepitado tus articulaciones ó padeces de neuralgia, insomnio ó neuritis. La intención no es alarmarte, si no que a través de este artículo te informes y puedas modificar tu actuar diario disciplinándote en el sueño, en el ejercicio, en el trabajo, en la alimentación, en tus relaciones personales. ¿Qué es el equilibrio ácido-básico? El equilibrio ácido básico no es el único equilibrio orgánico necesario para nuestra salud. Por el contrario, existen varios equilibrios; por ejemplo el equilibrio entre la actividad y el reposo, entre el estado de vigilia y el estado del sueño, el inspirar y el espirar, la sangre venosa y la sangre arterial, el de ingerir alimentos y defecar. Y así, como nos es dañino alterar cualquiera de estos equilibrios (por ejemplo, permanecer despierto más de 21 horas diarias y sólo dormir 3 horas, es decir, no descansar lo necesario para compensar nuestra actividad diaria), la presencia excesiva de sustancias ácidas o básicas, es realmente peligrosa para nuestra salud. La mayor parte de la población padece trastornos de acidificación, ya que el modo de vida y de alimentación actuales, favorecen la acidificación del organismo. En general, la alimentación actual consiste en alementos ácidos o acidificantes como son proteínas, cereales y azúcares, en cambio alimentos bases como las verduras se consumen en cantidades menores. El consumo de estimulantes como el tabaco, el café, el té y el alcohol han alcanzado proporciones enormes y producen un efecto acidificantes sobre el organismo. El estrés, el nerviosismo, la prisa, la falta de tiempo, etc., contribuyen a acidificar el organismo condicionando desarreglos y perturbacioens metabólicas. Cuando nuestro organismo funciona mejor, es cuando el medio interior, tomado en su conjunto, posee un pH de 7.39, que es ligeramente alcalino. Las variaciones normales de este pH son muy débiles: hasta 7.36 por el lado de acidificación y hasta 7.42 por el lado de la alcalinización. Mas allá de estas dos cifrs, nos encontramos en acidosis (de 7.36 a 7) o en alcalosis (de 7.42 a 7.8). Si se sobrepasan esos límites, el cuerpo pierde equilibrio y ya no es capaz de funcionar correctamente. De ambas variantes, la acidosis por desgracia, es la más común (mas de la mitad de la población la padece). ¿Cómo afecta la acidez a nuestro organismo? Cuando el organismo se acidifica, se pueden facilitar enfermedades de las siguientes maneras. a) La primera, se encuentra ligada a la actividad de las enzimas. Estas son las pequeñas obreras en el origen de todas las transformaciones bioquímicas que tienen lugar en el cuerpo, y de las que dependen el buen funcionamiento de órganos (hígado, riñón, bazo, etc.). Para que las enzimas funcionen correctamente necesitan un entorno óptimo de pH, o de lo contrario su actividad se verá perturbada o hasta interrumpida totalmente. Cuando se produce un desequilibrio en el pH, se presentan enfermedades, y en el caso de pérdida de este equilibrio, el cuerpo ya no puede seguir funcionando pudiendo ocasionar hasta la muerte. b) La segunda, se debe a la agresividad de los ácidos presentes en exceso en los tejidos. De hecho antes de ser neutralizados por las bases, irritan los órganos con los que se hallan en contacto. Promoviendo procesos inflamatorios que pueden condionar dolor, pérdida de la función o lesiones en los tejidos. En estos proceso participan los órganos encargados de eliminar los ácidos fuertes, como son la piel y los riñones. Una gran parte de los eccemas (lesión exudativa generalmente de la piel), urticarias (lesión productiva de la piel), pruritos (área del cuerpo con comezón), así como eritema (enrojecimientos de la piel), se deben a la irritación causada por la acidez del sudor. Un ejemplo puede ser cuando la densidad y el pH de la orina se encuentra muy ácida, al momento de orinar se puede presentar dolor, ardor, inflamación; promoviendo padecimientos como uretritis o cistitis que son generalmente problemas de tipo infeccioso. La agresión ácida a los diferentes tejidos puede provocar en el caso de las articulaciones dolor (artritis), en los nervios (neuritis) y en los intestinos (enteritis, colitis, etc.). Una infección puede fácilmente sobre añadirse a los trastornos ya mencionados, dado que las lesiones de las mucosas, permiten a los microorganismos penetrar fácilmente en los tejidos, ya que generalmente por la acción ácida puede encontrarse disminuida la acción de el sistema inmune, favoreciendo la colonización microbiana o viral. c) La Tercera, se debe al hecho de que toda persona que se acidifica, se desmineraliza inevitablemente, ya que el cuerpo debe ceder los minerales básicos para neutralizar los ácidos. Esta desmineralización puede afectar a cualquier órgano, pues los minerales básicos se encuentran en todos los tejidos. Los problemas más conocidos implican al sistema musculoesquelético así como a los dientes. Los huesos se descalifican, pierden su resistencia y su flexibilidad, tanto que se pueden fracturar con facilidad, perdiendo masa ósea (osteoporosis), inflamación a nivel de las articulaciones, fractura a nivel de los cuerpos vertebrales que pueden causar compresión nerviosa (ciática), a nivel de los dientes éstos se pueden volver frágiles y quebradizos al desmineralizarse, sensibles a los alimentos fríos o calientes, desarrollando caries con facilidad. También la desmineralización debilita al cabello, condicionando pérdida en su brillo y caída en abundancia; las uñas se doblan y se fracturan al menor choque; la piel se reseca o se cuartea; las encías se deforman, se vuelven sensibles y sangran.

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